La peculiaridad del Gran Chaco

En el extremo norte de Argentina se encuentra una vasta y extremadamente caliente llanura conocida como el Gran Chaco. Si te encuentras en él, como yo lo hice, podrías navegar en kayak por una laguna llena de lirios y tropezar en una mansión solitaria que se asoma sobre un mar interminable de verde.

Fue aquí, en la Estancia La Fidelidad, donde el excéntrico ganadero Manuel Roseo vivió hasta el 2011, cuando fue brutalmente asesinado por delincuentes que esperaban llevarse su gran (y poco tocada) propiedad. Gracias a las rápidas acciones de los conservacionistas argentinos, los funcionarios provinciales y el gobierno federal, esa tragedia tuvo un resquicio de esperanza con el nacimiento de un nuevo parque nacional que sólo podría iluminar una luz sobre un desierto sudamericano olvidado.

Un lugar espectacular

El Parque Nacional El Impenetrable se abrió al público en agosto de 2017, después de una telenovela que incluyó no sólo el asesinato de Roseo, sino también la búsqueda de sus herederos desaparecidos y una larga batalla legal para expropiar sus tierras. Con 128.000 hectáreas, es ahora el parque nacional más grande del norte de Argentina y un faro de esperanza para todo el Gran Chaco, que se extiende hacia Paraguay, Bolivia y Brasil (donde está conectado con la región del Pantanal) y es el segundo ecosistema forestal más grande de Sudamérica después del Amazonas.

Mientras que la Amazonia se ha convertido en un grito de guerra para los ecologistas, los bulbosos árboles de seda, los altos cactus y la espesa zarza del Chaco están desapareciendo en relativo silencio. Nunca tan conocido -o tan protegido- como el Amazonas, el Chaco se está convirtiendo rápidamente en el dominio de las haciendas ganaderas y de soja.

Cuando mi avión aterrizó en la capital regional, Resistencia (vía Buenos Aires), esperaba una polvorienta ciudad fronteriza. En cambio, encontré una ciudad sorprendentemente exuberante que se modela a sí misma como un museo de arte al aire libre.

Las calles ordenadas y ordenadas de Resistencia albergan unas 630 esculturas públicas, gracias a la Bienal Internacional de Esculturas, que cuenta con el apoyo de la Unesco, y sus habitantes frecuentan lugares como el ecléctico El Fogón de los Arrieros, un centro cultural -reunión de curiosidades- con paredes bordeadas de arte foráneo que ofrece noches llenas de tango, jazz y ópera.

No había venido hasta aquí para quedarme en Resistencia, pero me costó mucho salir. Sabía que la transición de este enclave de artillería a la naturaleza salvaje de la provincia del Gran Chaco sería dura y sorprendente, y que mi destino final, a 250 millas de distancia, estaría muy lejos de las comodidades de la civilización moderna.

El World Land Trust afirma que una hectárea de bosque del Gran Chaco se pierde cada minuto por estas causas gemelas, sin embargo, aún quedan grandes extensiones de tierra donde los cinco grandes de Sudamérica –jaguares, pumas, tapires, osos hormigueros gigantes y armadillos gigantes– siguen libres. Para llegar allí, tuve que tropezarme con los caminos de tierra que penetran en la selva indómita de este bosque «impenetrable», cambiando el aire espeso y pegajoso de la mitad oriental del Chaco por el calor de su núcleo árido, que es del tamaño de la piel.

Deja un comentario